El contacto con la tierra proporciona una válvula de seguridad para descargar el exceso de excitación. Tener los pies en el suelo (energéticamente hablando) rebela que el sujeto está en contacto con la realidad; que no opera bajo el desvarío de ninguna ilusión.
El sentimiento de seguridad no nace de "pisar más fuerte" sino de saber quién se es y dónde se está, para lo cual se necesita un buen contacto consigo mismo y con la realidad, lo que a su vez supone una buena capacidad de integración que posibilite una autopercepción satisfactoria.


